Bitácora que resume las maravillosas aventuras del kraken Kerapti, el Doreen “Saca Ojos”, la masaquani Rana Racen, el humano Edward Morgan y el Kehana Barracuda por los peligrosos mares de Caribdus…
Caribdus 3 de Julio.
La marcha de Tonga deja al grupo con la moral por los suelos, muchas preguntas y pocas respuestas ha dejado el medio-ugak con su partida, el silencio en el Narval Negro es roto por el constante graznido de las gaviotas que sobrevuelan el barco de nuestro héroes.
Los planes de la tripulación es bordear la peligrosa costa de Torath-ka en búsqueda del barco que los piratas han dejado fondeando al otro lado de la enorme isla.
A primeras horas del tercer día, cuando el Narval Negro viaja ligero hacia la parte norte de la isla, el vigía atani anuncia que un pequeño bote de remos viaja a la deriva en estas peligrosas aguas, el capitán Morgan pone rumbo al pequeño rompeolas para intentar entender que hace en estas aguas.
Para su sorpresa, en el pequeño bote se encuentra un solitario marinero, muy deshidratado e incapacitado, lo suben a cubierta y le reaniman, poco a poco le van suministrando el liquido que ansia su reseca garganta.
Junto al hombre, encuentran un empapado bolso que contiene dos pistolas sin pólvora ni balines, una cantimplora vacía y cincuenta piezas de oro provenientes de la Terra.
Una vez ingerida el agua fresca, el hombre despierta, se esfuerza en agradecer a todos por haberle salvado de lo que para el era una inevitable muerte.
“Pensaba que ya jamás vería otro buque”, comenta aún con debilidad, mientras intenta
agarrarte la mano. “Mi nombre es James Low, inglés de nacimiento y antiguo navegante a bordo del navío mercante Trinidad. Los piratas nos atacaron, creo, hace una semana. La mayoría de la tripulación murió, aunque a unos pocos nos hicieron prisioneros”.
“Más guiado por el miedo que por el valor, insulté a su capitán, llamándole cosas que
no repetiré en compañía tan educada. En vez de matarme, me abandonó a la deriva
en el bote del buque. Gracias a la dama Fortuna, cuando me arrojaron al bote esos
estúpidos no se dieron cuenta que llevaba encima una cantimplora con agua”.
“Me entregaron dos pistolas, aunque descargadas. Supongo que el capitán pensó que me dejaría llevar por el camino más fácil si me daba una pistola cargada, mientras que descargadas me haría caer presa de la desesperación. Es un milagro que me hayáis encontrado aún con vida”.
“Pero, os lo ruego, decidme, ¿dónde estamos? Sé poco de orientación, pero las
estrellas no parecen corresponderse con lo esperado para nuestra latitud”.
El ingles ofrece sus monedas al capitán para que puedan llevarle a un puerto seguro en donde ganarse la vida y se ofrece a trabajar como uno mas en la travesía una vez este completamente recuperado.
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